viernes, 31 de diciembre de 2010

Pura gana de despedir el 2010



En la imagen, y nomás por pura gana de despedir el año 2010, de izquierda a derecha -¿quién no ha visto esos rostros?-: De Niro, Pacino, Martín y Sinatra. Iconos del celuloide y de la música norteamericana del siglo XX.

jueves, 30 de diciembre de 2010

“Más que un intérprete, el actor es un creador”.



Revisando mis e-mail el día de hoy me encuentro con la triste noticia de que murió, a los 78 años de edad mi maestro Héctor Mendoza, en la ciudad de México. Ello me ha entristecido profundamente. La muerte del master Mendoza realmente es un golpe poderoso al quehacer teatral de nuestro país.

El maestro nació en Apaseo Guanajuato en 1932. Desde muy joven escogió el camino del teatro, como él mismo dijo muchas veces, no es que tardíamente el teatro lo hubiera encontrado y seducido, si no que siendo aún niño luego de una maravillosa función supo “a ciencia cierta que ése sería su camino”. No pocas veces lo escuchamos decirlo en sus clases llenas de sabiduría, erudición y sobretodo, de inigualable contagio por el gusto y compromiso con el arte escénico.

No poco es lo que se puede escribir de Héctor Mendoza. Entre otras muchas cosas: estudió Literatura Española en la UNAM, cursó la carrera de teatro en la Escuela de Arte Teatral del INBA y tuvo como maestros a Salvador Novo y Rodolfo Usigli. Formó parte como director de escena del proyecto Poesía en Voz Alta al lado de Octavio Paz y Juan José Arreola, teniendo como escenógrafos a Juan Soriano y Leonora Carrington. Con una beca de la Fundación Rockefeller estudió en el Actor´s Estudio teniendo como maestro a Etienne Decroux.

El dramaturgo Luís Mario Moncada en el blogs Reliquias Ideológicas, en el artículo titulado: "Crisis Política y Teatral en los 70´s", dice lo siguiente:

Era la década de los años setenta. “Acéfalo el Centro Universitario de Teatro, la escuela que Azar había diseñado y dirigido por 10 años, Héctor Mendoza tomó el mando y desde ahí constituyó una especie de laboratorio teatral que establecería los lineamientos experimentales y técnicos para las dos décadas siguientes. De allí surgió una de las generaciones actorales más brillantes de la historia, encabezada por Julieta Egurrola, Rosa María Bianchi, Delia Casanova y Margarita Sanz. Pokar de reinas. Al contar con un equipo base de actores y con los respaldos necesarios en la producción, Mendoza profundizó todo lo que quiso en la creación de una dramaturgia eminentemente escénica en la que el texto surgiría las más de las veces como una consecuencia del proceso escénico y no al revés. In Memorian, (1975) escrita y dirigida por él, en donde recrea las vivencias y poemas del escritor Manuel Acuña, tal vez sea el ejemplo paradigmático del teatro de director, donde aún concentrando una persona las dos tareas la visión del dramaturgo está al servicio de la del director de escena.

Hay que subrayar que, al asumir Mendoza la conducción del teatro universitario, escoltado por Margules, Tavira y Alejandro Luna, se impuso en el teatro mexicano el “gobierno” del director de escena y el dramaturgo (el mexicano, al menos) quedó relegado casi al rango de frustrado espectador.

Este es un proceso que se dio en todo el mundo, hay que decirlo, en algunos países con anticipación de 20 años; el director se adueña del espacio escénico y privilegia la visión plástica sobre la fábula; esto va acompañado, por supuesto, de una especie de universalización del discurso teatral, la creación de códigos visuales que tienen que superar la limitación de la lengua para ser apreciados por públicos lejanos, una ruta similar a la que en su momento obligó al cine silente a desarrollar su particular lenguaje. En el contexto del teatro de imagen o de director también son escasos los rastros que pudiésemos seguir para estudiar sus aportaciones “dramatúrgicas”. Aún asi podemos mencionar un puñado de obras importantes que marcaron a una generación: Conejo blanco (basada en textos de Lewis Carroll), arreglados por Abraham Oceransky; Oficium Tenebrae, de Ghelderode, reinterpretado por Luis de Tavira; Orfeo 2000, de Philip Von Rotten, dirigida por Julio Castillo; Roberte está tarde, de Klosowski, y Lástima que sea puta, de Ford, ambas bajo la dirección de Gurrola; Acto de amor, de Mishima, adaptado otra vez por Oceransky; Lucrecia Borgia, último montaje De Josorowsky en México; Los chicos de la banda, de Crowley, dirigida por Nancy Cárdenas; Barrionetas, espectáculo que marca el inicio del grupo infantil La Trouppe; Arde Pinocho, de Julio Castillo y el grupo Sombras blancas; la historia de la aviación, de Mendoza, La honesta persona de Se chuan, de Brecht, en manos de Tavira, y Tío Vania, de Chéjov, puesta en escena por Margules. En todos estos títulos hay una característica peculiar: o se acude a textos extranjeros, a veces clásicos, que se estructuran a voluntad del director, o bien son el grupo y el propio director quienes asumen la creación “literaria” de las escenas.

¿Dónde queda el dramaturgo durante esta década? Definitivamente relegado de los espacios importantes".

En 1994, el INBA le rindió homenaje a Héctor Mendoza por los más de 40 años dedicados al teatro. A propósito de dicho homenaje, otro de los maestros del arte escénico, Luís de Tavira escribió: “Héctor Mendoza es el vértice en que convergen los torrentes que inventaron la refundación del teatro mexicano postrevolucionario, después de rota la tradición. Vertiente en que confluyen la utopía nacionalista y el realismo aristotélico de [Rodolfo] Usigli, las vanguardias fundadoras de los Contemporáneos (Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Jorge Cuesta); las intuiciones experimentadoras de los universitarios (Bracho, Wagner, Seki Sano). Estos otros admirables impulsos de fundación y sobreviviencia se recupera al tiempo que cambiaban de curso, al entrar en escena la decisiva presencia de Héctor Mendoza”.
(Héctor Mendoza: la invención del teatro. Por Luís de Tavira. El Nacional, sección espectáculos, 25 de agosto, 1994. P. 40).



Historia de la Aviación, autor y director Héctor Mendoza.

Descanse en paz.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Las memorias del perro 2

La vida es un pañuelo remendado. Un trozo de tela diminuto de lino o seda.

Una noche abordé un taxi. Tenía prisa. Hacía frió y los sucesos recientes con balaceras, coches incendiados, sirenas, la intermitencia alarmante de las luces de patrullas, jalapeños armados con pasamontañas, rumores y levantónes a cualquier hora, no son cómo para no tomarse en serio. Abordé el auto e iba rodando sumergido en mi ya clásica disertación existencial silenciosa: la de ese octubre cíclico jamás suficientemente cercano, al tiempo que, nunca deja de estar tan lejos. Iba absorto en lo más profundo de mis pensamientos. “¿Ud. no estudió en el Saleciano, en Morelia?”. “¿Perdón..?” “Sí, digo. ¿No es ud. un tal Emilio o el pinche Labrocha que estuvo con los salecianos en la secundaria Antonio de Mendoza?” “Pues Emilio, sí. Pero pinche no. Jamás le atendí la cocina a su jefecita… Que yo recuerde” El fulano que me veía por el retrovisor con insistencia soltó la carcajada de buena gana y paró el carro. “¡Hijo de tu madre, sigues igual de hocicón! ¿Y qué..? ¿No te acuerdas de mí?” “¿Tendría por qué..?” “¿A poco he cambiado mucho? ¿No me reconoces..? ¡Soy Melgarejo, cabrón!” “¿Y qué con eso..?” “¡Pinche Emilio desmemoriado! El Perro, tu, el Banano, yo y la bandota que nos juntábamos a echar desmadre en los Abasolo… ¿A poco ya te olvidaste del billar, de las briagotas y del cine?” “La verdad ni te reconozco. Parece que te corrieron sin aceite guey… Además, ya me acordé de ti pendejo… ¡Tu fuiste el que se apañó a las gemelas lujurientas!”.



Hablando con el Melgarejo recordé mis buenos días de largas tardes de jueves en el cine Colonial. Ya he dicho en otro momento como el cine Colonial reunía a un buen numero de los estudiantes de preparatoria en la década de los años setenta. Recordé el galerón que albergaba la sala del cinema y que lo recuerdo enorme. Con butacas de madera maltratadas. En la galería pasamanos de herrería muy gastados. Sepa dios quién sabe cuantos años ya tenía funcionando como teatro o cine ese lugar que al parecer era de la misma familia Gallegos que poseía también el cine del Río, “el piojito” como también le decían y que ofrecía funciones de películas mexicanas de charritos y canciones bravías. Ahí por cierto ví “El ojo de vidrio” con Antonio Aguilar y el Chelelo. También varias de los hermanos Almada... Eso ya lo conté antes.

Los jueves en el Colonial había variedad. Ciclos formidables de películas internacionales. Fue ahí donde por primera vez me tocó ver la filmografía de Akira Kurosawa, el realizador japonés. Y lo primero que pude disfrutar de su cine fue: Los 7 samuráis. Cinta magnífica, en blanco y negro, de 1954.





La historia, ubicada en la época del Japón medieval, cuenta como un pueblito miserable se ve forzado ante el acoso sistemático de los forajidos a contratar guerreros mercenarios a cambio de lo único que poseen, su grano. Intentando de esa forma una defensa desesperada de sus cosechas, de su tierra y de sus vidas.





La trama se entreteje con extraordinaria simplicidad y narra como 6 guerreros samuráis de dotes excepcionales en lo moral, en lo ético y sobre todo en su quehacer como combatientes, son reclutados por el maestro arquero Kambei (Takashi Shimura). Y como el lúdico y jocoso Kikuchiyo (Toshiro Mifune), haciéndose pasar por un samurai verdadero, se transforma en el alma del grupo y la defensa. Así mismo muestra de refilón, la decadencia de una clase guerrera cuya importancia radica en el conocimiento de su arte y en la indiferencia ante la vida ajena, de ahí que los personajes de la cinta contrasten y se vuelvan humanos ante el dolor de los desprotegidos y míseros campesinos que habrán de defender. Posee muchos de los elementos narrativos y destrezas del teatro Kabuki. La película adquiere un dramatismo potenciado magníficamente por el silencio y las imágenes en las diversas gamas del gris y el claroscuro.



De la Ópera Iª entrega



Ya habíamos publicado con anterioridad la noticia de que se preparaba una ópera del Mtro. Manuel Cuevas: El emplazamiento a la patria.



Aquí unas imágenes que muestra los preparativos en el Teatro Ocampo. El estreno mundial se realizó el pasado sábado 18 de diciembre con muy buena acogida del público que abarrotó el teatro.



De la celebración del 25 aniversario



En el marco de la celebración del vigésimo quinto aniversario como Obispo de la Arquidiócesis de Morelia de don Alberto Suárez Inda, la Casona del Teatro a solicitud del H. Ayuntamiento de la ciudad, presentó en la parroquía El Salvador del mundo, la pastorela de Joaquín Fernández de Lizardi: La noche más venturosa. El pasado 22 de diciembre. Aquí una muestra.





miércoles, 22 de diciembre de 2010

Del niño perdido encontrado en el templo



Ahora sí, AMLO y Peña Nieto deben temblar, como debe temblar el país. Mientras se dormía el sueño desasosegado de la "guerra justa", regresó Frankestein. Y la imagen lo demuestra. No se crea ud. hipotético lector que es el padre Chinchachoma (interpretado en el celuloide por el aséptico y pulcrísimo Erick del Castillo), parodiado en aquella célebre película mexica "Perro callejero" con Valentín Trujillo y las buenérrimas Blanca Guerra, Maritza Olivares y Lin May...

"¡Arriba, a mi derecha!"

"Aquí tiene un caballero, doctor".

"Dígame sin chistar. Si camina recto pero se sabe que es contrahecho. Si se mueve como la pólvora pero se sabe que es puro humito... Si no hace más que vanagloriarse de su heroísmo y se sabe cobardón irredento... Por un chicloso con sabor a tamarindo, cuatro estampitas de los santos mártires cristeros y otra del Bobby Bonales... Dígame: ¿Quién es tan emblemático caballero?"

Titubeándo: "¿Rataman, doctor?".

viernes, 17 de diciembre de 2010

Otro fragmento: de la crónica




El flamante sargento Calixto Trinidad Labrocha Rosiles, se incorporó de acuerdo a las órdenes recibidas al cuerpo de escolta personal del Primer Jefe, en Sonora. Ya en marzo de 1913 Álvaro Obregón, entonces comandante militar de Hermosillo, tomó Nogales, acción que le permitió seguir abasteciéndose de armas y pertrechos adquiridos del otro lado de la frontera; Cananea y Naco. La estrategia militar se complementó permanentemente con el empleo de todos los productos, mineros o agrícolas en calidad de empréstito para la guerra que las haciendas, minas y ranchos siguieron produciendo como un río interminable para adquirir recurso bélicos necesarios para la contienda. En mayo del mismo año, Obregón derrotó a las fuerzas federales en Santa Rosa y puso sitio, sin éxito, a Guaymas. Contento por las noticias de los triunfos en Sonora, sabiéndose vulnerable en su propia tierra al señor Carranza, en un arrebato de entusiasmo y prudencia, se le ocurrió acompañado de un pequeño grupo de amigos y soldados una marcha de epopeya, desde Coahuila hasta aquellas regiones sonorenses. Cruzando las sierras por pasos solamente usados por cuatreros y cuidadores de ganado. Esa marcha, se puede decir aventura pura, la cual duró poco más de dos meses a lomo de cuaco, fue evidenciada por el piricho y famélico aspecto de la tropilla acompañante y del propio Primer Jefe, quién llegó a su destino vistiendo un traje remendado, descolorido e inservible. Lo primero que hicieron los vecinos de Hermosillo fue bañarlos a todos, rasurarlos, y a don Venustiano confeccionarle un terno de fina tela inglesa, darle un sombrero nuevo y el maestro de la lente Jesús H. Abitia sacarle unas cuantas fotos sobre un bien alimentado caballo prestado que sirvieron de propaganda, porque el suyo, ese penco en donde había realizado la gran travesía estaba trasijado, igualito al matalote montado por el sin par hidalgo don Quijote de la Mancha. Después, las obligaciones, vinieron los bailes y las comilonas que tanto gustaban al Primer Jefe.

Unas semanas más tarde y las buenas nuevas de la División del Norte. Y otra vez, como si fuera aquella telenovela famosa El carruaje dirigida y producida por Ernesto Alonso, otra ocurrencia y se decide la marcha del contingente que acompaña al Primer Jefe, quien deja Sonora para avanzar atravesando la Sierra Madre por el cañón de Púlpito hasta el estado de Chihuahua. El sargento Calixto Labrocha Rosiles iba en la avanzada permanentemente. Hábil en la lectura de las cosas invisibles y más mínimas de aquellos andurriales pedregosos, era capaz de tomar decisiones y aún acciones, a veces inexplicables, que evitaron de esa manera encuentros desafortunados con bandas volantas de alzados o gavillas de cuatreros; largos rodeos innecesarios en aquel paisaje inhóspito; el encuentro con manadas hambrientas de lobos u osos; el hallazgos de ojos de agua en lugares increíbles; presas para alimentar al contingente en despeñaderos agrestes; abrigo en las noches inclementes y frías; leña en los pasos inaccesibles; crecientes inesperadas en los arroyos y encuentros con tolvaneras y trombas. En enero de 1914, el general Villa toma Ojinaga, pasando a controlar todo el estado de Chihuahua.


La tropilla que acompañaba al Primer Jefe divisó entre el lomerío los toldos de techos planos de las construcciones que señalaban las goteras de Ciudad Juárez. A la distancia, también el verde prado y las factorías del otro lado del Río Bravo. Ese aspecto chipocles de la libre empresa gringa invitadora a dormir el anhelado sueño americano. Un respiro profundo y aliviador provocó esa vista a Carranza que no terminaba de sonreír y saludar a las gentes con su mano al aire. Tras un descanso de varios días, el Primer Jefe avanzó con su guardia y amigos en tren hasta la ciudad de Chihuahua. Encontró con cara colorada y mal genio al general Villa que de inmediato le reprochó la mala decisión de que la plaza de Torreón se hubiera entregado a las tropas constitucionalistas, que por supuesto, la perdieron al primer zarpazo de las fuerzas de Huerta. Le molestaba básicamente a Pacho Villa el hecho de perder hombres, caballada, equipos y tiempos realmente necesarios para lograr el objetivo de vencer al usurpador, pero no se podía dejar un bastión enemigo detrás de la línea. Don Venustiano le sonrió con cándida estupidez al tiempo que se alisaba la piocha, luego se quitó y limpió sus lentes: "¡Chimpiotas! ¿Y ora qué hacemos general?"


El 20 de marzo de 1914 iniciaron las maniobras de la tercera conquista de Torreón. Calixto Trinidad Labrocha Rosiles que durante la travesía con el Primer Jefe había ascendido a teniente, por disposición expresa de don Venustiano, pasó a formar parte del cuerpo de infantería del ejercito comandado por el general Eugenio Aguirre Benavides. Inexplicable hubiera sido la disposición si no fuera porque en uno de los pasajes pedregosos de la sierra, el Primer Jefe rodara con su caballo por una pequeña pendiente, sin mayores desgracias que la ruptura del tiro del pantalón del alto jerarca y la muerte del caballo al torcerse el pescuezo. El teniente Calixto Trinidad fue el único que estando cerca asistió a don Venustiano. Sin quererlo, mirando nomás de soslayo, no pudo evitar una leve sonrisa. Debajo del pantalón de dril roto del Primer Jefe no había otra cosa que una calzonera de manta más apestosa, amarilla y cagada como inevitable fue el incidente. Carranza matrero observó el leve gesto, el quien vive pudoroso de su subordinado y rencoroso como solo él, guardo la purga vengativa, hasta el momento oportuno. De ahí que el teniente Labrocha Rosiles dejara el cuerpo de guardia personal del Primer Jefe y entrara a formar parte de la infantería de la División del Norte, donde lo ascendieron de inmediato a capitán, nomás por darle en la torre al viejo cagón.


Lo primero que el flamante capitán hizo bajo su nuevo mando fue formar un eficiente cuerpo de infantería que él mismo reclutó, con anuencia del general Aguirre Benavides, de entre los demás cuerpos del ejercito del que se componía la Brigada Aguirre Benavides. Al igual que la primera instrucción que recibiera en su iniciación con el cuerpo de zapadores, formó el nuevo contingente en tres compañías activas, una reserva y una compañía de abastecimientos. La diferencia fundamental con los otros cuerpos habilitados como infantería dentro y fuera de la División del Norte era su orden, la táctica y disciplina a la hora de avanzar en pequeños pelotones de once miembros seguidos, de inmediato, por otros pelotones con igual número de unidades. Todos uniformados y los rostros cubiertos con paliacates rojos. Sin excepción las unidades llevaban el máuser preparado y el dedo pegado al gatillo listos para abrir fuego. Se desplazaban con pasos cortos pero seguiditos, en fila india. En una carrerita violenta que imitaba al lince en su acecho. Un poco encorvados los cuerpos y dobladas las rodillas para reaccionar lo más rápido posible. También se les instruyó en el uso de toda clase de combates, armas, explosivos, cableados y en la guerra furtiva de guerrillas. La mayoría de las órdenes se daban a través de señas y en silencio absoluto. La estrategia principal fue la sorpresa, el sigilo y el fuego nutrido. "No siempre la infantería –según la teoría táctica del coronel Calixto Trinidad Labrocha Rosiles escrito en un pequeño cuadernillo de notas encontrado en Zacatecas- debía enfrentarse al enemigo como un cuerpo compacto, sólido. A veces, la táctica y la improvisación, deberán responder a las necesidades de cada nuevo suceso en el campo de batalla".


El cuerpo de infantería formado en la brigada Aguirre Benavides, cuya insignia fue una calavera con un paliacate sobre la boca cruzada por un par de ballonetas, tomó sin demasiada resistencia un tren que iba a Tlahualilo cargado de armas. En el tren avanzaron de manera furtiva y secreta llegando hasta la estación de Lerdo, donde anularon los puestos de avanzada de los pelones provocando la rápida huida de las guarniciones de Bermejillo, Tlahualilo y Mapimí. El general huertista José Refugio Velasco no se explicaba cómo se había realizado dicha maniobra, desde su cuartel en Torreón mandó telegramas a la Ciudad de México para que alguien le explicara cómo y sucesivos espías al campo villista, tratando de encontrar pie con bola de aquella táctica. Entonces, diez mil hombres de la División del Norte, avanzaron ocupando los llanos y lomas cercanos a Torreón. Soldado caballeroso como siempre, el general Felipe Ángeles conferenció por teléfono desde la estación de Bermejillo con el general Velasco, su intención fue evitar el derramamiento innecesario de sangre, pero el otro todavía sorprendido por el reciente avance tan vertiginoso nada más atinaba a preguntar: "Aquí entre nos. Como cortesía y secreto profesional entre militares. Dígame señor general Ángeles: ¿cómo entraron en mis defensas sin que nos diéramos cuenta? ¿Acaso, ahí entre sus muchachos, trae algunos brujos o chamanes? ¿Gente de humo? Dígame, no me deje con esa duda". Y la cosa hubiera terminado a lo mejor en una plática telefónica amena sino hubiera intervenido el propio general Villa, quien con un par de malas razones y tres mentadas de madre puso a Velasco en su lugar. "¿Cómo vamos a vender los secretos?" :- dijo Villa nomás colgó. "Y por cierto general: ¿cómo le hicieron?". Ángeles alzó los hombros.

martes, 14 de diciembre de 2010

Fragmento de mi texto: Breve Crónica de la Verdadera y Maravillosa Conquista de las Indias Nuevas



El vértigo minero y la reactivación industrial hicieron nacer durante el porfiriato los primeros batallones obreros de México en el sentido moderno de la palabra. Los minerales norteños atrajeron, con sus altos salarios, emigrantes de todo el país: se erigieron en meses junto a los tiros, decenas de ciudades provisionales, desarregladas y bulliciosas marcadas por la promiscuidad, el trabajo duro, la discriminación y la voluntad indesafiable de los propietarios; generalmente norteamericanos e ingleses. Las compañías explotaban la mina y controlaban la vida municipal, nombraban al alcalde, pagaban la fuerza policíaca, sostenían la escuela, dominaban el comercio y no pocas veces poseían las zonas ganaderas y agrícolas circundantes. La compañía era el amo y señor de la pecera y todo lo que dentro se moviera, también era suyo.


El viejo Labrocha recibió un documento de la secretaría particular de la presidencia: comunicaban que el general Díaz lo quería visitar esa misma tarde. No era normal que realizara el General Presidente una visita de ese tipo por muy su amigo que fuera. Luego entonces pensó el otrora guerrero indomable que aquello debía tratarse de algo verdaderamente serio, que involucraba directamente sus intereses o ponía en serio predicamento su estabilidad lograda después de muchos trabajos y heroicas hazañas realizadas en el mismísimo campo de batalla. Las respuestas no tardaron mucho en llegar. Con voz recia, aunque debilitada por la edad como era natural, el dictador enfundado en un fino traje de casimir inglés, relató cómo los obreros de un perdido mineral sonorense, casi en la frontera con Arizona, se habían lanzado a la huelga. Relató que aquellos trabajadores se habían organizado bajo el influjo del magonismo y de la ebullición radical que plagaba fábricas y minerales al otro lado de la frontera, en California y Arizona. También dijo que sus informantes habían dado cuenta exacta de las actividades y agravios que dos Labrochas, hijos suyos, creados por madres distintas en aquellas latitudes habían realizado sediciosamente bajo la bandera del anarcosindicalismo que basa sus argumentos en la filosofía de un nacionalismo agraviado por la supuesta permanente discriminación laboral en favor de los extranjeros. Y afirmó categórico que estaba ahí presente para que el viejo amigo conociera de su propia voz las siguientes novedades impresas en el informe siguiente: Luego de tres días de huelga, de motines, de saqueos e incendios; acudieron a la mina Cananea rangers y voluntarios de Arizona y 500 soldados enviados por el gobernador Izábal, quien coordinó personalmente la pacificación. Hubo, oficialmente, diez muertos y cien presos. De tus vástagos, uno está preso. El otro, al parecer cruzó la frontera con documentación importante. Y éste es el mensaje que ahora mismo enviaré por el telégrafo al General Reyes: "Quémalos en caliente”. ¿Qué dices?


Destiérralos. Si los matas, ni yo podría quedarme quieto… Esa historia no terminará ahí.


En los treinta años de paz porfiriana el norte de México sufrió cambios más definitivos que en toda su historia anterior. El auge capitalista del otro lado de la frontera y sus inversiones en éste. El boom petrolero en el Golfo. El minero en Sonora, Chihuahua y Nuevo León. El industrial en Monterrey. El marítimo y comercial en Tamaulipas y Guaymas trajeron en esos años para el norte el impulso material de una doble y efectiva incorporación: por un lado, al pujante mercado norteamericano, por el otro, a la red inconclusa pero practicable de lo que podía empezar a llamarse República Mexicana. En esos años el norte fue un foco de inversión y nuevos centros productivos que diversificaron notablemente su paisaje económico y humano. Esa realidad novedosa configuró la aparición de un tipo nuevo de trabajador emigrante que ejercía libremente el tránsito de una zona a otra en busca de buen salario y mejores condiciones laborales. Inestable y sin arraigo local, cosechaba las ventajas de un mercado libre y semilibre de mano de obra bien pagada. Ese norte también poseía sus desventajas profundas: inseguridad en el empleo, carencia de familia, comunidad o vínculos tradicionales donde cobijarse en las épocas malas. Ese mismo norte, tatemado al sol y a la intemperie del desierto, en sus complicadas serranías nutrió a los ejércitos norteños revolucionarios, frente a los cuales tuvo la doble disponibilidad del enlistamiento y la movilización militar fuera de su zona de reclutamiento que señaló una diferencia clara y fundamental con los de procedencia agraria, como el zapatista.


Una noche de aquellas tantas, mientras fumaba parsimonioso, un espigado y fornido muchachón Labrocha de nombre Benjamín, de esos enraizados en la profundidad del desierto y la tierra norteña dijo las siguientes palabras que sonaron a presagio: "Es indispensable una oleada de sangre nueva que reponga la sangre estancada que existe en las venas de la República, enferma de viejos chochos, en parte honrosos restos del pasado, si se quiere, pero momias que estorban materialmente la marcha de nuestro progreso".


Ciertamente –y tal como afirmara el prócer de la patria azul- se ha dicho una y otra vez, repetidas veces hasta el cansancio que, ésta nación de engrudo y papel de china, es un país sin memoria. Siempre expuesto a repetir sus errores y calamidades más sombrías. Pero esa verdad a medias, se podría revertir con un poco de atención al escudriñar estantes, cajones y armarios de las casas de antiguas familias de prosapia como la Labrocha. En archivos personales, diarios de viaje y almanaques de imágenes fotográficas. Apenas reconocida la invención de la fotografía en el 1839, en favor de Louis Jaques Mandè Daguerre, llegó a las tierras mexicanas por Veracruz ese mismo año dejando evidencias y muestras de un pasado no tan lejano y que la fotografía puede desvelar con amplia claridad. Los fotógrafos ya en 1866 se auto publicitaban mediante tarjetas de visita. Las familias gustosas, normalmente las pudientes, asistían a los estudios previa cita para que se les realizara uno o dos deguerrotipos. Mediante ese sistema es que la historia y desarrollo –florecimiento y decaimiento- de las hermanas Labrocha Peral se conserva y puede seguirse detalladamente. Su primer estudio fotográfico lo realizaron en el prestigiado estudio Cruces y Campa y Valero & Co. Vestiditas de igual manera, bucles ensortijados y sombrillitas, rosario en mano aparecen Lucrecia, Clementina, Josefina y la pequeña Ángela. Unos años después sólo se ven formadas de grande a chica con uniforme de colegialas y en la cintura un corte de tela de lino en forma de cinta gruesa, a las tres primeras, pues ya para ese momento había pasado el suceso de Ángelita en la feria. A lo largo de los años, las tres hermanas gustaron de fotografiarse regularmente dejando evidencia del paso del tiempo en sus personas, de la época que se extinguía y de otros muchos aspectos y miembros de la familia Labrocha. Por lo mismo, costumbre se hizo que después de cada nueva reunión familiar, sumados los regulares y nuevos vástagos que asistían a las reuniones en la casa de Coyoacán, se realizaba la fotografía colectiva que fue formando parte de la gran memoria común de la familia y que las tías guardaron con celo en hermosos almanaques de cartulinas en pastas de cuero.


Josefina, Clementina y Lucrecia crecieron tal cómo se ha dicho, al cuidado de instituciones, institutrices, maestros particulares y de doña Socorro que si antes del suceso de Ángelita era su sombra, después de la regañada y de la certeza propia de haber fallado, se transformó en el aliento de su respiración. Desde que arribaron a la vida del ancestro Labrocha las hijas se supieron comprometidas hasta el tuétano con su padre, por el respeto que desde siempre les mostró, sus cuidados y sobre todo, con su entrañable amor demostrado a cada paso. Después del acontecimiento de la feria y de la forma como el viejo Labrocha lo enfrentó, dándole cabalidad total a la decisión tomada por su hermana menor, con más lucidez, convicción y mayor decisión fue como encararon el reto, conformándose en un verdadero triunvirato que gobernaba con mano inquebrantable la casa, la hacienda y los negocios del padre y la familia. Ellas fueron las principales promotoras de las reuniones familiares. Del reconocimiento sin límites de cuanto medio hermano existiera. Laboriosas enviaban invitaciones, regalos y cartas de todo tipo a los múltiples hermanos y familias que ellas mismas iban reconociendo. Incansables intercambiaban sus tiempos para atender las tierras, las parcelas y los medieros, las relaciones con otros rancheros, hacendados, pobladores y negociantes de diversas ramas. Crearon varios negocios de autoservicio de ropa, telas y de cuanto chunche se podría traer de Europa, a donde viajaron con regularidad. Compraron otras tierras y abrieron una ganadería de reses bravas cuya primer vacada la trajeron de tierras ibéricas y que Rodolfo Gaona no terminaba de disfrutar y deleitarse cuando los toreaba a inicios del nuevo siglo. Tuvieron una finca de henequén y goma de chicle. Nunca olvidaron su condición de orfandad por lo que ayudaron a muchos hospitales y orfanatos del país en absoluta discreción. Hablaban con fluidez total varios idiomas: español, inglés, francés, alemán y muchas lenguas nativas de México en las que se comunicaban con sus muchos medios hermanos. Fueron grandes amazonas, y debido a que él ancestro Labrocha siendo muy pequeñas les enseñó las artes de la guerra, sabían esgrima con sable y florete; tiraban con pistola, rifle y escopeta con gran destreza. Nunca fueron mujeres medrosas que no supieran comportarse en cualquier situación. Pero doña Socorro también las enseñó a bordar, zurcir, cocinar y cuanta arte femenina de la época deberían conocer a la perfección. Si como se ha dicho detrás de un gran hombre hay una gran mujer, detrás del ancestro Labrocha, siempre hubo un triunvirato granítico y creativo.


Los almanaques de tanta gozosa existencia están plagados de imágenes que muestran congelada lo mismo la vida cotidiana de Labrochas de muchos rincones, status y clases sociales, vestidos a la usanza y la época que se extingue, en algunos casos de maneras estrafalarias entre levitas, lustrosos vestuarios militares de cadetes u oficiales, trajes de charro o caporal, calzonudos de manta, sombrero y gabán o sarape terciado. Vestimentas de los más variados oficios y faenas de la vida cotidiana: cirqueros, trapicheros, músicos, campesinos, maestros de escuela, aguadores, catrines, maquinistas, cargadores, mineros, poetas, obreros, reos, soldados, deportistas, curas, rurales. Vistas de recién nacidos venidos a engrosar las filas ya rebosantes de la familia; parejas en su día de boda; bautizos; personajes entrañable; fiestas populares; imágenes de familias con los padres y los retoños mirando con inocencia al ojo de la cámara mientras un personaje indefinible les repite insistente: ¡Miren al pajarito! ¡Pajarito! ¡Pajarito!; segundos antes del estallido refulgente del bromuro. Deliciosa resulta la serie de fotografías en las que satisfecho se ve al ancestro Labrocha rodeado de sus muchos ramales.


Cierta mañana, mientras el general Díaz departía opíparo desayuno en el comedor del Castillo de Chapultepec, presentes el viejo Labrocha y algunos otros comensales, los incondicionales científicos, periodistas y también alzados pudientes dueños del capital y la tenencia de la tierra. El mandamás emocionado por los recuerdos de hazañas e indias nuevas -y las no tanto por supuesto- que en otras épocas heroicas había vivido tan de cerca; a pelo y grupa. En ese instante particular. Emocionalmente ubicado en la alberca de la nostalgia a donde viajó con los recuerdos de la sobremesa para echarse un chapuzón y nadar de bucito haciendo gorgoritos... El viejo dictador, luego de un lapso breve con la miradilla vidriosa puesta en algún punto de la habitación, declaró tras de un largo suspiro. Suspiro hondo, profundo, como si fuera un alarde final de un héroe que, evidentemente, sólo el amigo de correrías y batallas comprendió del todo-: México está listo para la democracia y acogeré como una bendición del cielo el nacimiento de un partido de oposición. Y le siguió un largo silencio. Un reportero norteamericano que andaba metiendo la nariz por las viandas y la falda de la servidumbre presidencial, apresurado salió del recinto y buscó un telégrafo por el cuál se comunicó a su redacción para complementar con esa frase la entrevista que horas antes le había realizado al chocho general. El resultado, nomás se conoció la declaración firmada por James Creelman -que era el nombre del reportero gringo-, fue como una especie de orden divina. Un mandamiento. Las ansias postergadas, antiporfiristas, vinieron a la arena pública en forma de organizaciones políticas y partidos antireelecionistas que brotaron como la mala hierba en el llano. Un cohetón espontáneo rompiendo la calma chicha de la paz porfiriana. Una salva pestilente. Reguero de pólvora. Una esclusa abierta de súbito para que el deporte nacional, el rumor, tomara esencia y cuerpo en forma de chisme. Un encontronazo de placas tectónicas. Un sismo al interior político de la sociedad que de inmediato tomó la plaza pública como baluarte. La murmuración se hizo folleto. La agitación tomó cuerpo en volúmenes de libros. ¿Hacia dónde vamos?: publicó Querido Moheno. Cuestiones electorales: Manuel Calero. La reelección indefinida: Emilio Vázquez Gómez. Lo que puede la añoranza del betabel: Ramón Labrocha Sierra. La organización política: Francisco de P. Sentíes. El problema de la organización política: Ricardo García Granados. La sucesión presidencial en 1910: Francisco I. Madero.

Opera



NOTA DEL DIRECTOR:

Lo que definitivamente hizo que me interesara por este trabajo operístico, es sin duda su calidad musical, que supera en mucho a los trabajos anteriores del autor Manuel Cuevas, joven talentoso que ha madurado a pasos agigantados, nos ofrece en “El Emplazamiento de la Patria” no solo su arte, sino una mirada personal referente al hombre que fue Don José María Morelos y Pavón y que veremos en el terrible conflicto entre el amor y el ideal.

El Mtro. Manuel Cuevas, disecciona con sus notas las emociones humanas más complicadas y las trasmite al público por medio del pentagrama traducido magistralmente por el Mtro. Mario Rodríguez Taboada.

El desempeño de todos los que integramos esta puesta en escena, pondremos de manifiesto lo que aquí escribo, con la seguridad de que les ofreceremos un espectáculo digno y de calidad.

Es para un servidor, un honor el contar con la confianza de este joven autor michoacano, para realizar la puesta en escena de su obra operística: “El Emplazamiento de la Patria” que patrocina la Secretaría de Cultura.

J. C. A.




Aquí en la imagen el autor (a la derecha), el director de escena (al centro) y los cantantes principales.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Premio Salvador Novo 2006




Durante las actividades de la III feria del libro y la lectura, en la penúltima jornada en la Casa de la Cultura de Morelia, se presentó el libro del buen amigo Gustavo Ogarrio: La mirada de los estropeados, editado por el Fondo de Cultura Económica.




En la imagen vemos a Raúl Mejía y al autor durante la presentación del volumen.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Entre Ángeles y Chamucos



Y con todo el desmaus a cuestas seguimos, tal como la vida debe seguir y preparamos una pastorela. Lo que vale y gratifica son el puñado de escuincles jijos del hule...

Noticias de la feria del libro

En el marco de la III Feria Estatal del Libro y la Lectura en Michoacán, el pasado miércoles 8 en la Casa de la Cultura de Morelia, se presentó el libro del Mtro. Fernando López Alaniz: Ensayos 2010 editado por el Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo. Material que gira entorno a las reflexiones que sobre las figuras emblemáticas del Bicentenario se plantea el reconocido intelectual zitacuarense.



Aquí lo vemos en su disertación junto con el Mtro. Arturo Molina editor del Centavo, quien fungió como anfitrión del evento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mañana será un e-mail

Contacto
http://elcarrodehenoac.blogspot,com/
elcarrodeheno@prodigy.net.mx

Oficio: 007/10/12/10
Morelia, Mich. a 10 de diciembre de 2010

Asunto: Información



A los socios
P R E S E N T E :


Antes que nada por estas líneas reciban un saludo afectuoso y el deseo sincero de que durante las fiestas que se avecinan obtengan de las personas que les rodean, estiman y quieren, los parabienes y estímulos afectivos que les permitan alcanzar las metas y logros que el año por venir se han trazado.

También sirva la presente para informarles que en algún momento durante las semanas correspondientes al próximo mes de enero de 2011 habré de citarles para una asamblea de asociados, desayuno o comida, donde expondré la necesidad de cambiar el estatuto relacionado con la disolución de ésta asociación (se adjunta arch.) dado que es un requisito necesario por medio del cual se obtendrá el Registro CLUNI indispensable para acceder a recursos del orden federal e internacional.

Asimismo habré de exponer la intención de realizar una actividad en mayo de 2011 donde celebraremos el primer lustro de nuestra asociación y la propuesta de llevar a cabo de forma anual un festival de teatro de carácter nacional o en su momento internacional, a realizarse la primera edición durante el mes de mayo 2012. Es en éste sentido que se hace indispensable modificar el estatuto del acta constitutiva con el fin de obtener recursos para su financiamiento y realización, así como el trámite necesario que permita a la asociación aplicar ante la SHCP como beneficiario para donaciones. Modificación que cómo saben se realiza con el concurso de una mayoría en asamblea y la protocolización del acta que de ahí se derive.

En espera de recibir sus comentarios sin otro particular, me despido. No sin antes enviarles un abrazo, desearles éxito y felicidad.



Atentamente


Arnulfo Martínez Villagómez
Representante legal

El Perfecto Solapa













Con un puñado de muchachos integrados a las casas de estudiante de la universidad michoacana este año tuve la oportunidad de llevar a escena mi texto El Perfecto Solapa. En octubre se presentó dentro de las actividades del encuentro nacional de artes escénicas de Antorcha Campesina, en el Teatro de la Paz de la ciudad de San Luís Potosí. Y como se muestra al final, también en un plantón en la Plaza Melchor Ocampo, en la ciudad de Morelia. Fue una experiencia muy interesante que hasta tengo ganas de repetir con un texto de Shakespeare.