jueves, 7 de marzo de 2013

Confesión de un rotito



Nunca como ahora he estado más convencido que mi determinación de finales de los años ochenta fue la correcta. Nunca como ahora que ya he sobrepasado los cincuenta años de mi edad, que he alcanzado mi primer atado, sé que tomé la decisión correcta. Y probablemente, hipotético lector, se pregunte: ¿de qué habla este Emilio? ¿Quién es ese hipotético lector? ¿Por qué tanta alharaca? ¿A dónde pretende ir con tanto barullo?

En la década de los años ochenta tomé la determinación de negarme a hablar y pensar en otro idioma que no fuera el castellano. No fue una decisión tomada sin pensar. Durante un buen de tiempo el pensamiento fue armándose y tomando forma. La gota que derramó el vaso fue el escándalo Irán Contras: no sé si se recuerda a Ronald Reagan –un actor mediano- Presidente de EUA que financió con dineros norteamericanos y truculentas maniobras corruptas la contra versus la revolución nicaragüense. El costo a la población y al pueblo centroamericano en sangre, sudor y lagrimas después de los Somoza, fue terrible. Y la Contra fue algo patéticamente más horroroso, retardante y mísero para esa nación.

El Imperialismo y su hambre insaciable son objeto de críticas y observaciones continuadas, nadie puede entender el pensamiento reinante de que el armamentismo es el camino idóneo para la paz, la depredación inmisericorde de recursos naturales es justificable, el enriquecimiento monopólico de bienes es natural, la injusticia fomentada en gobiernitos a modo, la corrupción como herramienta, el empobrecimiento como táctica y el fomento a la procreación de costumbres destructivas justificadas en la libre autodeterminación de salvaguardarse como quien tiene un patio trasero donde tiliches, árboles, aves, perros y gatos perviven con ratas y alimañas toleradas sólo como elementos del “bien común” y la “orgullosa nación del norte”. En este cuadro, todo lo otro del lado sur del río Bravo, somos traspatio.

La decisión tantas veces rumiada se convirtió en imperativo. Troné para siempre y nunca más el 100% de ingles perfeccionado a lo largo de esa década con innumerables cursos y viajes a la gringa nación, el alemán que siendo el idioma que realmente me gusta tuve que sacrificar en aras de una determinación no negociable y el poco francés que ya había empezado a estudiar tirando mensualidades ya invertidas. Por tanto, puesto en marcha mi objetivo irrevocable, desentendí todo aquello que no fuera el castellano y me preocupé verdaderamente por valorar, entender, usar y saborear con más placer mi lengua materna en sus distintas gamas. No creo que sea una persona digna de un homenaje o cosa que se le parezca, soy sí, alguien que ha tomado la decisión de asumirse como propietario de una voluntad, un tipo a contracorriente, un ejercicio que enfrenta irreductible y con firmeza la esclavitud que muchas veces tiene como origen y principio buscar con tesón la impostura de parecerse “a alguien que jamás serás” vendiendo a cómo de lugar la misma simiente desconociéndola.

Por que ahora me atrevo a escribir este pasaje personalísimo: bueno he leído con placer que después del mandarín que le sigue al inglés por poco, nuestro castellano, es el idioma más empleado por personas en el Internet y los hispano hablantes crecen y se difunden por el orbe. Mezcla de lenguas grecolatinas, árabe, ibéricas y enormes aportaciones autóctonas indígenas continentales de América, nuestro castellano del Siglo XXI es un poderoso, potente y exuberante gama viva y maravillosa que exige inmersiones profundas a su ortografía, gramática, vocabulario, sintaxis…

Hoy, la decisión personalísima, tomada a más de veinte años me tiene satisfecho. En el 96 tomé la determinación de gastar mis dólares -siendo la única lengua que la gringa gente comprende- en otro sitio que no fuera allende sus fronteras, por tanto, desde entonces no he regresado a esas latitudes ni regresaré. Aún Hawai –que tanto me ilusiona- siendo una estrella de esa bandera habrá de esperar…


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