miércoles, 29 de octubre de 2014

México celebra a la huesuda


¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de
amar a lo nunca visto
de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.



Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?




En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en la vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!

viernes, 24 de octubre de 2014

Sigfrido, el erguido


Con el advenimiento del neo salinismo disfrazado de priísmo reformador, ha sido más que evidente el desprecio que los hombrecitos enquistados en la cátedra universitaria, los títulos, la lisonja heredada de heroicas simulaciones pasadas (o nuevas, al amparo de la complicidad partidaria), las incapacidades disfrazadas y el oropel de la notoriedad sienten por las artes; sus sacerdotes, sus novicios, sus diletantes, sus correligionarios de bregas.

¿En qué baso mi argumento?: se preguntará el hipotético lector.

Es evidente que, el neo salinismo enmascarado, explusador de mano de obra e inteligencias baratas, por décadas no hizo nada por revertir esto.., ¿Por qué tendría que hacerlo hoy? ¿En el tiempo de las reformas estructurales que habrán de rendir sólo utilidad, utilidad y sólo eso? La vanagloria ha sido siempre que el partido fue y será el gran acuñador de las instituciones. El gran papá hace todo; proveedor de retrasos, miseria, promesas incumplidas, ignorancias cabalgantes sin coto ni escrúpulo. Compuesto por cuadros (familias), cortes poseedoras de la todología y remediadores de todas aquellas insufribles limitaciones que la maza; bullanguera e ignorante, futbolera y televiadicta; puso en sus manos; destino signado por “el dedo de Dios” en el inexorable libro del futuro mexicano y que con prontitud reza el mismísimo Himno Nacional.





Pero, la realidad es y ha sido diferente. Distinta porque los hombrecitos enmascarados en el boato y la pompa (parásitos ajenos a generar algo que no sea papelpiedra, complicidad y cinismo), no han podido borrar la evidencia incuestionable: hombres ignorantes, la gran mayoría sin escuela, desprovisto de algún futuro, agarrados con pies, manos y garras a la ilusión endeble del “American dream” heredado de sus abuelos y padres. Expulsados a fuerza del paraíso han ido a nutrir otras economías, otras ensoñaciones, otros anhelos, cargando a cuestas la otredad de su color de piel, de sus ignorancias, sus complejos, sus esclavitudes y sometimientos también herencia de un pasado no muy lejano. Pero esa inmensa humanidad, ese cúmulo de sueños y anhelos; esa enorme maza de personas abismadas al olvido y los malos tratos; discriminaciones, corredizas, miedos a deportaciones y acusaciones hijas del temor y el miedo del otro. Esos mismo no olvidan: pues cargan en su faldriquera la nostalgia por la tierra, la herencia de la fe, el idioma (en muchos casos el dialecto) y el deseo de la vuelta, aunque sea a ver la construcción jamás terminada de un país inexistente, depredado; jamás abrigador; jamás cariñoso con el hijo ausente que nunca olvido donde está enterrado su ombligo, dónde el pomito que guarda sus anhelos, dónde su sonrisa, dónde sus suspiros…

Así fue para Sigfrido Aguilar. Nacido en un pueblito de la geografía michoacana, luego de un pasaje muy nutritivo en las inmediaciones del teatro vallisoletano de la Escuela Popular de Bellas Artes se marchó, como tantos otros; miles, millones; a buscar el sueño americano sólo llevando a cuestas una maleta exigua, el rumor de viejas canciones, el rostro de la marca de origen, la herencia de múltiples voces, susurros, consejas, cuentos… Y se vio sólo, parado en una empinada y larga culebra cubierta de nieve que ayudaba a limpiar para que los esquiadores pudieran transitarla. En esos días y noches de soledad, de trasiego y faenas interminables es que descubrió una riqueza, un tesoro, una joya que él había exportado y que llevaba sin saberlo: la pantomima. El arte del gesto; de la comunicación sin palabras; la vía de acceso a corazones y entendimientos ajenos por todos los medios in imaginados.





Se debe decir que no fue un descubrimiento sencillo. Que los primeros balbuceos y pasos nacieron en mitad de los escuincles que consentían una manualidad mientras esperaban a sus padres esquiadores. Posesionarse del gusto, romper con el ridículo, desarrollar el hambre por saber, atrapar y ser atrapado por el oficio, no es ni será cosa fácil. Existen muchos escollos: la desinformación, los pocos estudios, el que los libros sobre esas materias estén escritos en otros idiomas, los pocos maestros dispuestos a compartir, el éxito aparente que se extingue como el efímero espectáculo, la autocomplacencia, la carencia de humildad, la comprensión de que el común denominador será y es la nula paga… Todo eso y más.

Pero Sigfrido se abrazó a su descubrimiento. Se aventuró como quien quema las naves -ya las había quemado antes-, lanzándose al vacío… Arrastrando detrás de sí la carreta del destino; los bueyes, el carretero, el camino... Hasta ahí la historia parece ser convencional de nuevo. Más lo que hace gracia, es que sin ninguna ostentación, sin buscar la gloria y el reconocimiento Sigfrido ha ido por el mundo –literal-, por décadas y décadas –ya olvide cuantas-, llevando a cuestas su rostro, su cultura mexicana, su herencia michoacana… Sin importar que aquí, en México y en Michoacán, pocos le conozcan y sepan quien es, que ha hecho, que persigue teniendo en alto sus propias banderas y símbolos que comparten miles y millones de co nacionales  obligados a partirse el lomo y enjugar el sudor en otros confines porque aquí, en su propia tierra, donde esta enterrado su ombligo, donde duermen sus sueños y habitan sus anhelos, los hombrecitos desletrados enquistados en el aula, los cargos burocráticos, la todología alivia todo y la exhibición de la incapacidad le desprecian, porque no conocen su trayecto, historia y generosidad.

Añado diciendo que, Sigfrido Aguilar, “el mejor mimo mexicano y michoacano de los últimos tiempos”; pienso que el mote más adecuado es: “el mimo emigrado exportador de la cultura mexicana”, nunca en su estado natal y país le hemos realizado un reconocimiento del calado de su dimensión.

Nunca es tarde. Los honores deberían ser en vida, aún es tiempo.




* Imñagenes de los archivos personales del maestro Águilar.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Mi nueva amiguis


No es verdad que con las ventanas abiertas, los oídos atentos, los ojos pendientes y el ánimo bullendo, buscando algo, se espante la depresión. ¡Eso no es cierto!

Cuando te deprimes, no sabes en qué momento llegó eso a tu existencia. No entiendes el por qué debes rascar hondo. No te queda claro cuál o cuáles han sido los motivos. Simplemente, vas comprendiendo, casi sin enterarte, que vas descendiendo por una escalera interminable e imperceptible. Tu eres el paso, el cuerpo, el impulso…

Los ayudantes no son otra cosa que muletas que momento a momento te demuestran tus imposibilidades. Y el tiempo camina sin detenerse.

Para quien observa desde adentro, la distancia del abismo, es kilométrica. Para quien lo ve desde afuera, un simple instante que se soluciona con un “viva viva”, un abrazo amoroso, una palmadita en la espalda, una monserga de palabras fútiles y buenos, muy buenos, deseos… Lo peor que le puedes decir al moribundo in extremis es si quiere una carroza con caballos blancos o negros para su cortejo. La lástima es un gesto humano tan simplón que por lo mismo es mortal.

Cuando la depresión te carcome los sentidos, te tritura los huesos, te va dejando indefenso y vacío, no hay defensa posible. Te bamboleas en una cuerda de hilo muy delgado donde, sin ni siquiera darte cuenta, vas cayendo y cayendo a lo profundo negro, sin misericordia ni la más mínima intensión de defensa. Es patético saberte indefenso, anulado e incapaz de hacer algo por ti mismo. Cuando menos escribir algo como triste alternativa…

Uno no decide morirse cuando se desea. Uno no se muere cuando quiere. Y morirse no es un sentimiento, una decisión, una voluntad que uno quiera ejercer; siempre existen motivos para no tomar tal decisión. El principal, la muerte es la ausencia efectiva de voluntad, la no posibilidad de la autonomía, la putrefacción, la inexistencia… Pero cuando la depresión te abraza con sus tentáculos, el pensamiento te ronda, te lame, te acaricia, se frota en tu entrecejo, se acicala ronroneando como gato en brama, es la muerte. ¿Para qué seguir vivo? ¿Para qué ver la amanecida si el nuevo día no trae nada y es igual al anterior? ¿Para qué la noche tan plagada de fantasmas, sueños irrealizables, furtivos anhelos, mortales elucubraciones..?

Un sujeto normal, ajeno al flagelo, quizá poco entienda, tal vez nada…

Luego faltará quien te dirá: no deja de haber buenas razones para salir de eso y seguir adelante... Sí, seguro. Menciona una que valga tanto como esta inche depresión.

El pasado 11 de octubre


In Memoria don Jesús Pérez Gallardo

La noticia me sobrecogió. Recién el jueves anterior departí con él en el Palacio Clavijero en el acto celebratorio de la X entrega del premio Erendira. En donde -entiendo-, él fungió como jurado del mismo. Antes que nada, un abrazo sincero y doliente para Iván,,Claudia y Chuche.

Muchos recuerdos se me agolpan ahora, muchas palabras que quisiera escribir en el mismo instante en que elaboro éstas líneas: conocí y traté a Jesús Pérez Gallardo -ya ni sé cuando-, desde aquellos lejanos años del Baúl de Oxido y Oro, Cuanícutti, Turátame, el José María (dónde él hacía uno de los Morelos de la representación que diseñó José Manuel Álvares al texto del maestro López Alanis), El Arca de Noé, Pastores de la ciudad y otras muchas..; por supuesto, en los inicios de las casi 40 temporadas del don Juan Tenorio, donde él siendo actor del grupo michoacano Compañía Estatal del Teatro, se convirtió en el decano y vivió los albores y avatares del proyecto encabezado por el maestro Älvarez y Margarita Gallegos; precisando que fue una política cultural michoacana que posteriormente y ahora vemos consolidada en la no poca rentable "Noche de muertos" que tanto pregona Turismo y en el reconocimiento de la arquitectura vallisoleta; pero que en aquellos lejanos años sólo era un sueño guajiro. De ahí la idea elemental de que se representara en el patio de la Casa de la Cultura o en el Palacio Calvijero de Morelia y no, como los ígnaros no ha mucho, la programaron alguna vez en el Teatro Ocampo.

A don Jesús siempre le he de reconocer su entrega, su apego -al igual que el de Guilberto-, por un hacer un teatro mejor. Seguro ya anda trepado en el tablado donde otros adelantados le esperan para escenificar algo bajo la dirección del maestro Álvares.

Descanse en paz; actor.