lunes, 24 de febrero de 2014

En verdad… un sebo

La más reciente vez que he visto a mi amigo el Perro me dijo en tono de reproche y enojo: “No mames pinche Emilio… ¡no, mames! A mi me dices que el sacro santo Santo, el mismísimo enmascarado de plata, tenia la voz chillona y tipluda, y que se la doblaban para el cine y el consumo nacional Narciso Busquet o Víctor Alcocer…. A mí me lo dices… ¡Me vale mauser, cabrón! ¡Vete a chiflar a un baile a Chihuahua! ¡No me jodas! Para mí, y un buen de banda nostálgica, ¡Escucha! El sacro santo Santo: es el Santo… ¡Lo oyes figurín de miércoles de ceniza! ¡Te entra bien en esa choma carga pelos nomás…! Santo, el enmascarado de plata… ¡nomás fue y será uno! ¡Agarras la onda.., guey!”. Y se fue.

Me quede frío. Pero bueno, así son los amigos de toda la vida como el Perro: aguerridos, despotricadotes, francos… A lo mejor tiene razón, es previsible al apasionado de un icono, de un héroe, de una leyenda que quiera que las cosas del mito no sean intervenidas por las cosas de la realidad; que eso que es realidad se guarde detrás del velo de la fantasía que siempre oculta con suavidad las duras impresiones. Nos gusta pensar en imágenes idílicas antes que chocar de golpe con lo crudo de la existencia.





Así, en ese mismo tenor, me fui al cine la semana pasada. Vería una película de época, con el alarde de las tecnologías contemporáneas y la fastuosa producción del cine norteamericano… “¡UFF! Que combinación”. Sin embargo, lo que mis ojos atestiguaron, fue una verdadera y real gringada… Algo, ni siquiera comparable con los peores momentos de “Lola la trailera” y cualquiera de los peores filmes de los Hermanos Almohada… ¡No tengo punto de comparación!





La cinta en cuestión se llama: Pompeya. Una historia que por supuesto –en el título lleva el sino-, ha de narrar los acontecimientos relativos al estallido del volcán Vesubio, época del imperio romano, unos 75 años antes de Cristo. Película dirigida por Paul W.S. Anderson, con títulos en su filmografía como 'Mortal Kombat', 'Alien vs. Predator' y 'Resident Evil que de suyo aseguran que la parte técnica de la herramienta tecnología está en buenas manos.L


El estallido del volcán es extraordinario… Sin embargo, ahí existe un prurito, o sea, dicho en otras palabras, la erupción volcánica –coinciden vulcanólogos y arqueólogos- fue de forma piroplástica, una nube de calor altísino, polvo y cenizas lanzada a grandísima velocidad sobre la ciudad indefensa. Aquí la película empieza a tropezar en el afán de alargar –como las telenovelas de la tele- la trama de los enamorados y la batalla impetuosa de los gladiadores del circo.

Los actores: Kit Harington (galán), Emily Browning (dama jóven) y Kiefer Sutherland (senador villano), dejan mucho que desear en el interés de hacer creíble una historia inverosímil e irreal por lo mismo.

Bastaría con ver una de las muchas imágenes conocidas de la verdadera Pompeya, arrasada por el estallido del Monte Vesubio, para hacer trizas este argumento tan lleno de inexactitudes, algo así como el humor sebo y chabacano del grande Chepiro y Azcárraga, su fiel valuarte.





Moldes en yeso, pues al ser destapados al contacto con la atmósfera de desintegraban las cenizas.

jueves, 6 de febrero de 2014

Póstumo

Ayer, hace treinta años ya, decidiste irte a otro plano de la existencia. Mal haría si dijera que a “la eternidad”, esa, la eternidad, ya la habías ganado de a poquito, andando sin salpicar sobre las aguas alborotadas y turbias de todos los días, durante décadas. Te fuiste sin tapa, como quien lanza un escupitajo al mar, sin esperar respuesta, dejando atónitos a todos… cabizbajos, nostálgicos… enterándonos de que eras Rodolfo Guzmán Huerta.




Pienso que la eternidad la ganaste a base de trompones, mandobles, patadas, topes voladores, llaves y contra llaves. Pienso que fue esa primera vez que calzaste en tu rostro la tapa plateada que te identificaba como un ser calmo, de bondad y probidad… aunque en el bando de los rudos: -uno pensaría que a lo mejor hacías una manda sanadora para iniciar el camino-. Pero ese día, ante las marrullería de la novateada que te propinaba el adversario, los alaridos soeces, estridentes, chillones, majaderos y ciertamente mentadores de progenitora que te escupía “el respetable”, y es más, lo injusto de la justicia representada por el tercero en el rin: ¿quién podría aguantar tanta basura en tan corto tramo? ¿quién? ¿dónde un prohombre ajeno a tanta podredumbre? Ni un Santo… Así, luego de un feo lance que te azotó entre las gradas de la audiencia, en respuesta a tanto improperio en seguidilla, armaste la de Dios padre a base de sopla mocos, topes, patines saca muelas, jalones de greñas y demás lindeces… tanto que tubo que intervenir la gendarmería con razones, con palabras, con mentadas, con toletes y macanas… las cruces para cargar tanto herido, y las julias, para echar a los rijosos al botiquín. Reprimenda y multa: “no lo vuelva hacer, joven”.




Sobre el pancracio mexicano se fundió parte de tu historia. Otro de elemento fue tu campeonato universal de peso medio y el que jamás, nunca perdiste la máscara con todo y que te llegaron a poner unas de padre y señor mío. La invencibilidad de tu tapa plateada fue tu marca. Pero a la par, otra vertiente de tu inconmensurable fama creció en los puesto de periódico… si bien el mexicano nunca ha leído, y es analfabeto funcional por autonomacia, las historietas en color sepia y con magníficos dibujos fueron forjando parte de tu culto… el imbatible justiciero, el cabestro jijo de su contra la injusticia, el incorruptible en una sociedad llena de defectos –la corrupción, el malevaje y la desigualdad: “me suena, me suena”- fueron parte del triunfo. Mejor que la pandilla de Marvel que aparte es gringa, ganaba en las noche de sudor y saliva sobre el cuadrilátero, y ganaba en los días de historieta entre romances, asombrosas hazañas y gloriosas recompensas sólo dignas de un héroe.




Un buen día, tus aventuras enigmáticas y logros insuperables, empezaron a proliferar en el celuloide haciendo más grande tu fama y presencia en el imaginario del “respetable” que por supuesto apretujaba las salas de exhibición. Ya no sólo eras el icono de carne y hueso que se batía sobre la tarima noche a noche con el Dr. Wagner, Gori Guerrero o el Cavernario Galindo, entre otros; ni el héroe de historieta que encontraba sus adversario en Drácula o el Hombre Lobo en parajes fantasmagóricos; ahora, con voz de Víctor Alcocer o Narciso Busquet, acompañado de voluptuosas nenas, villanos desalmados y artefactos increíbles para la época: –luego utilizados a la nausea por el espía británico del M6 con “permiso para matar”-. Y así, montado y al galope del corcel de la posteridad, hiciste factible los sueños y las pesadillas de muchos.






Hace apenas unas dos décadas, de la mano de moneros jalisquillos Jis y Trino, el Santos v.s la Tetona Mendoza, con un humor ácido, escatológico y virulento, vinieron a complementar en la reserva patriótica del imaginario colectivo y la prensa nacional, el tapiz del suelo de tus andanzas. Y ahí estabas porque nunca, como tu máscara, te habías ido.




Ayer acaso debí recordarte y hacer un paréntesis, calzarme la tapa plateada, asomarme al balcón y ondear la bandera tricolor como si fuera un quince de septiembre cualquiera cantando tu alabanza: “¡Santo, Santo, Santo!”.



lunes, 3 de febrero de 2014

Día de la Candelaria



Cuando los españoles pisaron estas tierras, seguramente uno piensa que encontraron poblaciones desnutridas, famélicas y llenas de necesidades alimenticias y espirituales. Pues la cosa no fue de esa manera. Encontraron personas con prácticas alimenticias diferentes, distintas a las prácticas comunes de la soldadesca y farfulleros hispanos que venían en la expedición de Hernán Cortez. Nada de desnutrición: maíz, frijol y chile (que contienen juntos 20 de los 22 nutrientes básicos y esenciales para la vida) era la base de alimentación, complementada con peces, aves y yerbas de gran variedad y elementos nutricionales.



De esa tradición prehispánica nos llega al presente el gusto por el tamal y los atoles. En México solamente, se cuantifican de 500 a 5,000 las variedades de tamales que existen; debiendo aclarar que el tamal no tiene carta de naturalización y que se consume, con nombres distintos e ingredientes, en todos los rincones del continente. La forma del envoltorio y cocimiento varia: azados, al vapor, en las brazas, etc.
Básicamente el tamal, es un envoltorio de hojas que contiene una masa (maíz o trigo inclusive), con un relleno dulce o salado. Los rellenos son tan variados como la imaginación y los productos permitan, sin embargo lo común, para el grueso de la población en general es que se cocinen de pollo (verde), o cerdo y res (rojo), el color de las salsas y su sabor varia conforme los ingredientes sean utilizados, y los hay también de queso, rajas... En el pasado prehispánico los tamales eran de venado, jabalí, garza, guajolote, chapulines, huevera de hormigas, etc.
Una "guajolota" es una tradición muy del distrito federal mexicano: torta de tamal, un bolillo con su relleno de rojo o verde.


Ya de las muchas conmemoraciones de la tradición judeo-cristiana que se impuso en la mayoría del territorio del continente recién descubierto, nos llegan las tradiciones de procesiones, vírgenes y santos, razón por la cual organizaciones civiles cercanas a la Iglesia, amigos y creyentes se disponen a festejar anualmente -y siendo que "la niña es risueña y le hacen cosquillas"- y al mexicano le encantan los pretextos para hacer fiesta, pues la fiesta de la Candelaria que se festeja el 2 de febrero da marco idóneo para que se organice la tamaliza y el atole a razón de que partimos la Rosca de Reyes el 6 de enero pasado, y alguien sacó el niño y a "ese alguien" le toca, le toca.
El pretexto es congregarse con los amigos y la familia, platicar, echar relajo, comer tamales, una bailadita, tomarse un traguito y disipar las angustias de una vida que día con día es más caótica.

BUUUUUU!!!! INCHE PARTIDITO



Que ayer 2 de febrero: "Super Domingo". Lo que pasó realmente fue un bodrio a la gringa que tumbó las nutridas apuestas. Dos equipos sin una tradición verdadera de mucha audiencia y arraigo. Ya en el juego, una suerte de paliza, plagada de errores recurrentes, tan recurrentes que no puede tomarse como errores simplemente.