viernes, 19 de agosto de 2011

El mito de Cantinflas



                    

Hace unos cuantos días celebraron con pompa y platillo los empresarios televisivos propietarios de los derechos de las películas, el centenario del nacimiento de Mario Fortino Alonso Moreno Reyes, quien en su juventud encarnara al popular personaje mexicano conocido como Cantinflas.


            

El maestro Carlos Monsiváis dejó escrito las siguientes líneas al respecto: “De acuerdo a una leyenda con la que él está de acuerdo, el joven Mario Moreno, intimidado por el pánico escénico, una vez en la Carpa Ofelia olvidó su monólogo original. Comenzó a decir lo primero que le viene a la mente en una completa emancipación de palabras y frases y lo que sale es una brillante incoherencia. Los asistentes lo atacan con la sintaxis y él se da cuenta: el destino ha puesto en sus manos la característica distintiva, el estilo que es la manipulación del caos. Semanas después, se inventa el nombre que marcará la invención. Alguien, molesto por las frases sin sentido grita: «Cuánto inflas» o «en la cantina inflas», la contracción se crea y se convierte en la prueba del bautismo que el personaje necesita.”


             
"¿Qué te pasa? Mujer: ¿qué?"


En otros momentos desde la década de los años noventa del siglo anterior, en periódicos y suplementos culturales, he sostenido que Mario Moreno interpretó en medio centenar de filmes al personaje de Cantinflas en claro oscuro, en tres momentos definitivamente diferentes: El primero arrancando en 1936 con la cinta No te engañes corazón, donde el personaje “Canti” realmente arrancado de la carpa y trepado a contra pelo en el set cinematográfico encontrará desarrollo, crecimiento y rutilante explosión totalizadora hasta en Ahí está el detalle de 1940, pasando por la significativa Águila o sol (Cara o cruz) de 1937 donde junto con Manuel Medel escenifican un skech tal como los que debieron estar presentes en los viejos teatros móviles conocidos como Carpas y que muestran al auténtico personaje del “peladito”, reminiscencia de la comedia profana española enclavada profundamente en la raíz del teatro popular italiano que tanto influenciara a los creadores ibéricos, franceses, ingleses y alemanes del Renacimiento; la segunda etapa está significada por el periodo que va de 1941 arrancando con Ni sangre ni arena y concluye en 1952 con El señor fotógrafo, lapso en el cuál el personaje original se diluye como el blanco y negro en las pantallas cinematográficas; apareciendo en una tercera etapa inocua en color con El bolero de Raquel de 1956 y que habrá de terminar con El barrendero en 1981, incluyéndose La vuelta al mundo en ochenta días (1956), Pepe (1960) y Don Quijote cabalga de nuevo (1972).


              
Skech: Cantinflas, Mantequilla y Manuel Medel.


El personaje es un carácter, una envoltura sutil de emociones y sentimientos disfrazada bajo los ropajes del actor y subsumida en éste en una suerte de simbiosis única actuante, que posee la gran virtud y cualidad de poder ser disfrazada y subsumida en el cuerpo de otro actor donde la esencial sutil y cualidades dramatizadas (en acción) deberán prevalecer reaccionando en todo momento a los embates de la situación inesperada que enfrenta. El cine en su cualidad de congeladora del presente, ese presente de la historia cinematográfica exhibida en la pantalla, distancia y difícilmente permite distinguir entre el actor y el personaje. Dicho en otras palabras, difícilmente podremos aceptar a un Rick Blaine sin Humphrey Bogart o una Lisa Lund sin Ingrid Bergman en Casa Blanca, un Polito Sol sin Mario Moreno en Águila o Sol o un Calabacitas tiernas ¡Ay que bonitas piernas! sin Tin Tán y la actriz argentina Rosita Quintana.

Sostengo pues que Cantinflas vivió y existió plenamente en la primera etapa. Diluyéndose de a poco en la siguiente hasta extinguirse completamente en la última marcada por el color y la internacionalización de la persona que fue Mario Moreno Reyes.







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