Hace un buen de tiempo, años ya que las sirenas de las patrullas, las ambulancias, el rechinar de las camionetas o camiones en fuga de los soldados y el ulular de las aspas de los helicópteros no dejan de sonar en todo el cielo de la capital del Estado de Michoacán. Y no es que vivamos en un estado de sitio, en un estado de alarma constante, en un “santa maría madre de Dios”, pues los robos a casa habitación se han incrementado en un doscientos o trescientos por ciento en la capital y no, seguro y estamos seguros con esta autoridad … Simplemente vivimos indiferentes ante el caos que sí ya llegó a la esquina, mientras no entre a nuestra casa, no es asunto nuestro.
Debo decir en descargo de la situación y sus provocadores que, nunca se vivió en una calma absoluta, Michoacán siempre ha sido espacio propicio para experimentar situaciones y sucesos que en otras partes del país alzarían ampolla pero que aquí son sólo eventos del día: un ejemplo, unos tales lanzando cabezas humanas sin tronco ni extremidades dentro de un centro de diversión nocturna y de tubo en Uruapan, no deja de escandalizar un poco, pero después de la enorme tradición de matazones y sucesos funestos en tierra caliente, esas cabezas rebotando, rebotando en la duela son simple anecdotario de reporteros amarillistas. Acá la cosa no pasa de ser uno más de los temas del día a día, nadie puede contradecir el que alguien diga: “de seguro, andaban en malos pasos” y terminó la conversa sin alarmas ni sobresaltos.
Con sonrisa fingida y etílica –como es bien conocido-, el querellante entonces a Los Pinos, finca así designada por otro ilustre michoacano como casa y bendito santuario del Presidente de la República, comprometió con todo el peso de su labia una frase excelsa: “Si votan por mí, a Michoacán le ira muy bien”. Y sí, hubo quién voto. Pero después del fraude que todos conocimos y de “la marcha de la lealtad” del ejercito mexicano donde apareciera con trajecito verde el “primer jefe” al mando, sin empacho lanzó la ofensiva primera ¿y dónde más?, en el terruño que años atrás lo había despreciado como candidato al Solio de Ocampo.
El primer propagandístico zarpazo fue el arresto –en un bautizo- de lideres del cartel en boga en la entidad, “La Familia” que hace cosa de una década o más cosecha blasones, miedos y lealtades en todos los rincones de este lado de la cordillera. La siguió seguros y sin dudas, basados en lo que alguno de aquellos ángeles caídos rajaron en cambalache de su seguridad, como testigos protegidos, “quienes” eran en el gobierno izquierdoso y entrarte, malicioso y perverso, sus cómplices en el ámbito estatal y municipal… Y ¡zas! El sainete conocido como el “michoacanazo” agarró a propios y extraños fuera de base. Sin más seguridad que aquellos datos supuestos aportados por los caídos en desgracia, la fuerza al mando del “primer jefazo” del orden entro en acción, arrestó y arrastró a funcionarios y alcaldes, saltándose los protocolos y la mínima soberanía que los Estados soberanos poseen ante la Federación. Y la política de la denuncia y la pica entró en acción. La propaganda oficial fue abundante, pronta… Fútil y estéril a luz de los hechos en progreso a continuación. Sin embargo, cachiporra en mano arrestó, arraigó y encarcelo a aquellos muchachos que meses después o años después revertieron una a una las acusaciones federales y los supuestos por los que se les difamó, maltrató y consignó públicamente en la hoguera de los delitos sólo achacables al etílico aliento del sobrado poder sin legitimidad.
Nunca antes como ahora el nivel y las evaluaciones educativas del estado, Michoacán produce el número más alto de master y doctores en ciencias educativas del país, han sido tan bajas, se raya en el último lugar en todos los rubros, la deserción en los niveles de primaría y secundaria son brutales y el ausentismo de los profesores en las aulas es monumental. Sin embargo la batalla cotidiana por posiciones de poder por todas las partes actuantes que van en un vaivén constante de servilismo ayudante, a aposición y dádiva, es la legítima astucia de un sistema que estatal y municipal se mueve en la línea y rigor del impulso del péndulo. De ahí que el michoacano promedio ni se apresura demasiado cuando hay tomas de edificios, plantones, marchas y demás manifestaciones … Bueno, ni aquellas donde “el fin de fiesta” deja uno, dos o tres carros en llamas. Las angustias y sobresaltos son cosa nomás de chilangos fronterizos (pirindas, “los de en medio”), saqueadores de salarios, bienes y lugares de empleo.
El fascismo del neo-retro PRi hoy nos campea. Y aplaudimos al ignorante, al enfermo, al arrogante poseedor del discurso clerical, vacuo y estéril que desde "la ley", siempre resguardado en la bandera del porrismo nicolaita disfrazado de altos vuelos, simula, disfraza al lobo de cordero.
Somos una raza indolente, apática, ocupada en alcanzar las migas o moronas que van rodando del nido de la iniciativa privada y el poder. Perdimos en el camino esa suerte de rancia aristocracia que aún a la gente más pobre y plebe rodeaba: En el desencanto del camino por lo tanto, adquirimos los ropajes más tristes del clientelismo, la cobardía, la tolerancia a lo infausto, a lo injusto, a lo apolítico, a lo no combativo de nuestras ideas y derechos aunque fuera como seres humanos. No sé si alguna vez Morelia o Michoacán, las personas que aquí habitaron, tuvieron esa fortaleza de miras, esa gana de pretender algo mejor para sus vástagos, algo menos perruno para el futuro … No lo sé, seguro no lo sabré nunca y es una lástima verdadera que llegue al final de mis días con esta sentida amargura en el paladar.
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