Mi buen amigo de la adolescencia el Perro me llamó. Tenía un
buen de tiempo que no sabía de él y su llamada me sorprendió por el tono. Lo
primero que me espetó con su lenguaje florido de siempre fue: “Oye que pinche
maricón saliste, Labrocha. Murió hace unos días Silvia Kristel y ni un lazo le
echaste”. “Pero no sabía. ¿Cuándo y cómo?” :- contesté. “Te haces pájaro, puto.
Ya se te olvidó lo mucho que la admirabas, las ganas que te daban de jalarle el
pescuezo al pollo nomás con verla, joto... Escribe de las muchas películas que
de ella fuimos a ver… Puto de mierda… ¡Maricón!”
Después de la llamada de marras me di a la tarea de buscar
información. Efectivamente Silvia Kristel en días pasados murió, murió de
cáncer a los 63 o algo más, dejando un legado poderoso en la cinematografía –me
atrevería a decir- mundial. Uno de sus Emmanueles, la zaga de cuatro o cinco
películas que se filmaron con ese título, duró en cartelera permanente por
espacio de 13 o 14 años continuos. Y es verdad lo que dice el Perro; el Nacho,
el Nambo, el Banano, el Sarmiento, el mismo Perro, otros y yo vimos todas las
cintas de esta actriz que llegaban a Morelia a partir de 1975 que fue la
primera vez que vimos Emmanuel en el cine Buñuel, sobre la calle Eduardo Ruiz.
El Perro me hizo recordar que en aquellos días, los días en
que salíamos de la secundaria en el Saleciano e ingresábamos a la “prepa” en el
Colegio de San Nicolás, nos unía básicamente la edad y las ganas de seguir con
el conjunto musical que formamos en la “secu” y que nos daba para vivir con
tocadas en fiestas y tardeadas. Nambo, el Nacho y yo nos fuimos a establecer en
una casa en la colonia Industrial donde también ensayábamos; el Banano y el
Perro siguieron en su casa familiar; las rentas las sacábamos de las tocadas y
del “hueso” que agarramos en la zona de tolerancia animando musicalmente a las
desnudistas flaconas o gordas que bailaban en “los congales” de martes a sábado
hasta la amanecida. Era un verdadera joda por las desveladas pero bien pagados…
Y como ya se imaginará estimado lector hipotético nos unía
el desmaus, los descubrimientos de la edad y un gusto enorme por el cine. Tengo
que decir que vimos cantidades industriales de películas italianas, japonesas,
inglesas, alemanas, gringas, francesas, mexicanas... Al respecto abría que
señalar, la cuidad entonces ofrecía una cantidad diversa de oferta
cinematográfica todo el año, no era para nada la limitada de hoy en día que
responde solo a la única oferta de las multinacional norteamericanas y las
cuantas productoras nacionales que logran colarse a las dos o tres cadenas
exhibidoras que rigen el momento. De esa diversidad uno podía escoger lo que
quisiera, disfrutarlo sin pudor y sin esa suerte de coacción que hoy por hoy
hacen los exhibidores al tener como treinta o cuarenta salas, donde sólo
presentan unas doce o trece películas como máximo y el resto es lo mismito.
En 1974 se estrenó Emmanuel dirigida por Just Jaeckin basada
en una novela de Emmanuelle Arsan, la exhibirían en Morelia al año siguiente y
entramos al cine ahora sí que por accidente; no teníamos referencias ni idea de
lo que atestiguaríamos; simplemente entramos en bola y nos maravillo. Abría un
espacio nuevo en el campo de lo sensible; sensual, erótico, voluptuoso;
maravilloso pues la mojigatería de los años setenta en Morelia era opresiva. Si
bien la película italiana homónima de 1969 nos gustó cuando la vimos meses
después, el filme de la holandesa Kristel nos había seducido y creí entender
los textos del Marqués de Sade que leía en aquellos días.
Emmanuel I nos trajo un cine novedoso, exuberante, cargado
de palabras seductoras y Emmanuel II nos enseñó un lenguaje de imágenes
idílicas que por sí mismo resultaban un asombroso viaje al lívido. Poco puedo
agregar a lo mucho que seguramente se ha escrito y escribe entorno a esta zaga
de películas realizadas alrededor de esta bellísima actriz. No sé si para las
juventudes de hoy –sí para los cuarentones y cincuentones- que han visto de
“todo” sin artificio, estos filmes puedan tener esa aura de sonrojo y calor que
nos producían en los sesenta, ni ese deslumbrante despertar que las imágenes
nos producía, pero si sé que es indispensable disfrutar plenamente de un
monumento a un cine que en su tiempo fue renovador y estilísticamente opuesto a
la industria porno que ya se aposentaba sin anécdota y sin hilo referente, a
más de los alardes físico-atlético de sus intérpretes.
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