La más reciente vez que he visto a mi amigo el Perro me dijo
en tono de reproche y enojo: “No mames pinche Emilio… ¡no, mames! A mi me dices
que el sacro santo Santo, el mismísimo enmascarado de plata, tenia la voz
chillona y tipluda, y que se la doblaban para el cine y el consumo nacional
Narciso Busquet o Víctor Alcocer…. A mí me lo dices… ¡Me vale mauser, cabrón!
¡Vete a chiflar a un baile a Chihuahua! ¡No me jodas! Para mí, y un buen de
banda nostálgica, ¡Escucha! El sacro santo Santo: es el Santo… ¡Lo oyes figurín
de miércoles de ceniza! ¡Te entra bien en esa choma carga pelos nomás…! Santo,
el enmascarado de plata… ¡nomás fue y será uno! ¡Agarras la onda.., guey!”. Y
se fue.
Me quede frío. Pero bueno, así son los amigos de toda la vida
como el Perro: aguerridos, despotricadotes, francos… A lo mejor tiene razón, es
previsible al apasionado de un icono, de un héroe, de una leyenda que quiera
que las cosas del mito no sean intervenidas por las cosas de la realidad; que
eso que es realidad se guarde detrás del velo de la fantasía que siempre oculta
con suavidad las duras impresiones. Nos gusta pensar en imágenes idílicas antes
que chocar de golpe con lo crudo de la existencia.
Así, en ese mismo tenor, me fui al cine la semana pasada. Vería
una película de época, con el alarde de las tecnologías contemporáneas y la
fastuosa producción del cine norteamericano… “¡UFF! Que combinación”. Sin
embargo, lo que mis ojos atestiguaron, fue una verdadera y real gringada… Algo,
ni siquiera comparable con los peores momentos de “Lola la trailera” y
cualquiera de los peores filmes de los Hermanos Almohada… ¡No tengo punto de
comparación!
La cinta en cuestión se llama: Pompeya. Una historia que por
supuesto –en el título lleva el sino-, ha de narrar los acontecimientos
relativos al estallido del volcán Vesubio, época del imperio romano, unos 75
años antes de Cristo. Película dirigida por Paul W.S. Anderson, con títulos en
su filmografía como 'Mortal Kombat', 'Alien vs. Predator' y 'Resident Evil que
de suyo aseguran que la parte técnica de la herramienta tecnología está en
buenas manos. L
El estallido del volcán es extraordinario… Sin embargo, ahí
existe un prurito, o sea, dicho en otras palabras, la erupción volcánica
–coinciden vulcanólogos y arqueólogos- fue de forma piroplástica, una nube de
calor altísino, polvo y cenizas lanzada a grandísima velocidad sobre la ciudad
indefensa. Aquí la película empieza a tropezar en el afán de alargar –como las
telenovelas de la tele- la trama de los enamorados y la batalla impetuosa de
los gladiadores del circo.
Los actores: Kit Harington (galán), Emily Browning (dama
jóven) y Kiefer Sutherland (senador villano), dejan mucho que desear en el
interés de hacer creíble una historia inverosímil e irreal por lo mismo.
Bastaría con ver una de las muchas imágenes conocidas de la
verdadera Pompeya, arrasada por el estallido del Monte Vesubio, para hacer
trizas este argumento tan lleno de inexactitudes, algo así como el humor sebo y
chabacano del grande Chepiro y Azcárraga, su fiel valuarte.
Moldes en yeso, pues al ser destapados al contacto con la atmósfera de desintegraban las cenizas.
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