jueves, 24 de enero de 2013

Lincoln



Estrenada el 2013 en los cines locales, Lincoln de Spielberg es un filme de esa clase –digamos- alentadora, ensalzadora, promotora del emblemático orgullo nacionalista legitimador por los héroes o esos paladines que hacen de cada nación un acto único. En algún momento nos recuerda a la tv mexicana con “El carruaje”, “El vuelo del águila” o “Hecho en México” que en su momento sirvieron –más allá de la enorme carga ideológica-, para que las mayorías mexicanas analfabetas, afectas a las telenovelas, se enorgullecieran de las obras de personajes como Juárez o Porfirio Díaz, y las asiduos al cine, con los pasajes musicales del país según Televisa.





Lincoln es un espectáculo cinematográfico cargado, eminentemente verbal, a diferencia de otros filmes de Spielberg sin tanta parafernalia, Más puesta en el tenor de un discurso que va explicándose sin demasiadas referencias históricas de la época a que se refiere –aunque es bueno conocerlas-, y que juega mucho con los aspectos universales, no verbales, de las emociones significadas por los personajes que eso sí, cuenta con una muy buena dirección de actores –entiéndase en los términos cinematográficos-.

Pienso que la película de Spielberg esta dentro de esas cintas que ensalzan la egolatría norteamericana. La politización de un pensamiento único, ese mismo pensamiento que animo en su momento a las hordas, comerciantes y patricios romanos conquistadores del mundo sometido a su ley. Recibirá muchas estatuillas Oscar pues celebra ese maravilloso mundo recurrente donde se vanagloria la idea de liberar a “hombres de color”, hoy sólidos votantes de la Academia, productores de bienes y dineros, pero que es incapaz de mirar en los emigrantes latinoamericanos una pizca de aportación a esa pujante economía. 




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