Por distintos medios me han pedido que escriba algunas
palabras en derredor de quien fue en vida Miguel Estrada, ¿por qué me lo
piden?, será porque soy viejo y desde los siete años de mi edad he sido testigo
del nacimiento y desarrollo de los muchos artistas y personajes, en campos
diversos, de la ciudad que me vió nacer. Será también porque me ha tocado
participar en pasajes interesantes e importantes de esa convivencia. No lo sé.
Pero intentaré escribir dos o tres párrafos al respecto.
Hará unos 28 o 29 años que conocí a Miguel Estrada, en el
seno de nuestras profesiones y vidas públicas comunes, el teatro. Lo conocí
siendo él muy joven, de aspecto agradable, un aspecto que salvo embarnecer,
nunca cambió. Un humor chispeante, locuaz y estridente como signo distintivo de
su persona. No puedo decir, a costa de mentir, que le conozco interiormente,
profundamente… O que me precio de ser su grande amigo. No. Pero tuve siempre la
impresión en dos aspectos que trataré a continuación de describir.
Desde el principio de mi conocencia de Estrada, me pareció
un tipo congruente, como ya he dicho, pulcro y con una extraña sinceridad
–sinceridad extraña si se toma en consideración el grupo de artistas al que
pretendía pertenecer, sabiendo que la mayoría de los hombres y mujeres de
teatro son muy dados a la impostura y el cinismo- que mantuvo como una constante a mi
persona, una suerte de respetuoso trato, cosa que agradezco.
En el terreno de su trabajo profesional tuve a bien
observar muchos de sus papeles, direcciones y más de un texto escrito por él.
Siempre mantuve la impresión de que esa bis cómica trasminaba lúdica y
alegremente su proceder. Muchas veces encontré rasgos cachirulescos –se lo dije
con todo el sentido de las palabras más de una ocasión- que llenaba de matices
sutiles, agradables y sencillos que no redundaban en lo simplón y cargado, tan
propio de las malas copias que pululan en nuestros tablados.
Creo que una perdida tan prematura siempre es dolorosa, pues
deja truncas las muchas cosas que pudo hacer y mejorar. Descansa ya de tus
aflicciones Miguel Estrada que pronto nos encontraremos saltimbaqueando en
algún tablado… Vale.
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