Tarde fría de principio de año, cuesta de enero, últimos
quintos del aguinaldo: como otras tantas veces esta tarde asistí al cine. Realmente no sabia
que encontraría en la cartelera normalmente, siendo la “capital del cine”,
existen muchas salas abiertas y dispuestas a abrazar a cinéfilos en ciernes o
al simple desocupado que casi termina el periodo vacacional en busca de un rato
de entretenimiento sin culpa; mucha oferta de salas, poca oferta real de
películas; dieciséis o diecisiete recintos, siete u ocho filmes repetidos hasta
el hartazgo; eso si, filas interminables, en la dulcería.
Compré boleto para el horario más cercano, lugar en la zona
más lejana a la pantalla y ¡oh sorpresa..! The Secret Life of Walter Mitty, dirección de Ben Stiller,
producción (entre otros) de la 20th Century Fox; guión de Steve Conrad y en el
reparto figuran Ben Stiller, Kristen Wiig, Sean Penn, Adam Scott, Patton
Oswalt, Shirley MacLaine, Kathryn Hahn, Efraiem Hanna, Terence Bernie Hines,
Joey Slotnick, Adrian Martinez, Jonathan C. Daly, Jennifer Leigh Mann, Barbara
Vincent y Alex Kruz como regalo inesperado de Reyes Magos.
La historia a contar se podría sintetizar de la siguiente
forma: Walter Mitty (Ben Stiller el protagonista) es la versión moderna de una
persona atomizada-individualista que sueña despierta, el editor fotográfico
corriente y común de una revista que con cierta regularidad se toma unas
vacaciones mentales, evadiéndose así de su tediosa existencia, saltando sin
empachos de un mundo crudo y poco satisfactorio a otro maravilloso, de
fantasía, iluminado por un gallardo heroísmo, haciendo posible aquello que reza
“vale más una imagen que mil palabras”, viajes inconmensurables, amores
apasionados, triunfando constante sobre el riesgo, el temor, el peligro y su
misma amorfa existencia en pos de una efímera epifanía. El centro del conflicto
se presenta cuando se extravía una imagen crucial para la publicación, imagen
que cerrará un ciclo importante, es entonces que Walter Mitty hace –en la
realidad- lo inimaginable, lo extraordinario pasando de veras a la acción,
embarcándose en una aventura sorprendente en busca de aquél bien extraordinario
extraviado aparentemente.
La revista Life, esa celebrada publicación norteamericana cuya esencia fue
por décadas el fotoperiodismo, es el motivo fundamental de la construcción
iconográfica de la plástica del filme. La filosofía esencial de la publicación en cuestión,
motor del filme como he dicho, fue que la imagen por sí misma contaba una historia y no sólo
era el aderezo o complemento ilustrativo de la noticia. Hay un homenaje
fastuoso, intrínseco, patente en cada rinconcillo de la cinta. Desde la
arquitectura urbana, su reconstrucción minuciosa, pasando por el mobiliario, vestuario y
cuanto detalle se mencione, hasta los esplendorosos paisajes silvestres
logrando una magnificencia deslumbradora que vale mucho la pena disfrutar.
Habrá quien crea que exagero, pero les invito a echarse un chapuzón por el
grandísimo acervo iconográfico de la publicación de la que hablo.
Yo no sé si los Limière o quiénes inventaron y desarrollaron
las tecnologías que hacen posible el cine entendieron en su momento,
comprendían conforme avanzaban y buscan hoy en día amalgamar utilidad y arte.
No lo sé… Pero si me salta de pronto, acosando, la pregunta de siempre: ¿y para
qué sirve el cine? Para esto… Será la respuesta obvia. Para congelar en el
tiempo el tiempo. Para permitir ver, constatar, llevarnos de la mano a ser
parte, en los límites acotados de la lente y el tiempo de un instante, de un
esplendoroso instante al espectar un mundo insólito, glorioso, maravilloso,
un momento efímero de epifanía, una diminuta pincelada de “quintaesencia”. Como
ese momento, casi pincelada en que Sean Penn, interpretando a un aventurero
incontenible, intrépido fotógrafo que capta la imagen de ese “tigre fantasma” en las quebradas serranas de los Himalayas y no
aprieta el obturador, guardando para sí mismo, Mitty y el vouyerista espectador
el instante momentáneo, de lo eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario