jueves, 28 de abril de 2011

Acueducto vallisoletano

Imágenes del fotógrafo moreliano Joaquín Hernández Camargo.

En el año de 1785, la ciudad de Valladolid (hoy Morelia) fue azotada por una sequía terrible que ocasionó la pérdida de cosechas, hortalizas, animales y cuya consecuencia fue una hambruna de proporciones verdaderamente mortales. Ocupaba por esos días el Obispado Fray Antonio de San Miguel, quien como ya hemos dicho en otros momentos, se preocupó por realizar cambios profundos en la infraestructura urbana de la ciudad; ocupado por lo grave de la situación y con el fin de evitar que en el futuro algo similar volviera a suceder, emprendió la organización y reconstrucción del acueducto que ya existía y que en esos días se encontraba en estado ruinoso y obsoleto.


Usando recursos propios, de la curia y convenciendo a vecinos económicamente solventes atacó los dos problemas fundamentales que en ese momento se manifestaban de manera más peligrosa: primero le brindó trabajo a muchos desocupados y; segundo, dotó de agua potable a la ciudad.



El acueducto fue construido completamente con cantera. Mide mil setecientos metros y está conformado por 253 arcos, logrando su mayor altura, a casi ocho metros. Conserva dos cajas de agua, una descubierta y la otra cubierta por una cúpula, pues la que estaba al final de la arquitectura de donde partía una tubería de barro que repartía el fluido a más de treinta fuentes ya desapareció, como suele ser normalito en la ciudad debido a la “inquietud desbordada” de la autoridad en turno que no argumenta ni está obligada a dar razones para hacer cualquier trapacería.

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