Richard Cheech Marín, un actor mexicano norteamericano que no dejó de sorprendernos por su impresionante juego verbal originado en el espanglih, un fino sentido de la ironía que concitaba una crítica profunda al sistema estadounidense en momentos de la guerra fallida en el sureste asiático y que durante las décadas de los años sesenta y setenta era una herida sangrante para la juventud y sociedad norteamericana. Y por otra parte, manifestaba otra forma de crítica ácida en su visión cruda de la minoría mexicana en el este de Los Ángeles, California y que ponía entredicho las múltiples políticas fallidas de los gobiernos provenientes del PRI y la historia de México. Por otra parte, la crítica mordaz a la minoría anglosajona atrapada en las drogas y el reventón de los años locos.
En ese momento en medio de la desmesura de la propaganda entorno a la “guerra fría”, Up in smoke no pasó de ser un ejercicio cinematográfico que, de alguna manera, por entonces enigmático para la mayoría de nosotros, tenía que ver con el teatro que el TIET buscaba implementar. Un teatro cercano al mito y al gusto por lo antropomorfo. Un teatro corporal. Un teatro donde los elementos escenográficos y utensilios escénicos jugaran un papel mínimo ante la presencia de la organicidad del cuerpo, las implicaciones y alcances sensibles del movimiento que la palabra suscitaba y las emociones que se trasmitían a través del reconocimiento de las tradiciones y las consejas populares: el mito.
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