miércoles, 2 de febrero de 2011

Fragmento. Sobre los escenarios de la Independencia: Hidalgo Quixote de nuevo cuño

El doctore

Solo por recordar la delicada línea que une los teatros italiano, alemán, inglés y francés al teatro español; en carriles distintos, en tiempos e intereses relativamente diferentes, pero en cercanías que de manera dialéctica tocan e influyen todas las partes. Quizá la atmósfera social y política de la Edad Media italiana obró vigorosamente contra la creación de un teatro significativo y perdurable. Durante el Renacimiento Italia fue un país de pequeños estados dominados por señores autócratas, invadido permanentemente por España, Francia, el Sacro Imperio Romano o por el Papado.[1] El periodo más cercano a una paz nacional duró menos de cincuenta años. Sin embargo, a pesar de engaños, asesinatos, asonadas, traiciones mercenarias y cortesanas, en aquella convulsión y caos, se produjo uno de los momentos más brillantes de la humanidad: el Renacimiento. Ideal cortesano del príncipe perfecto, personificados en Ercole d´Este, Francesco Sforza y los Medici. Pero esta fue una concepción idealista que solo llegó al pueblo a través de la arquitectura de palacios magníficos, catedrales maravillosas, hermosas pinturas y estatuas que glorificaban a los gobernantes, enmascarando los crímenes de la política cotidiana: cuanto más florecían las artes, yendo de la mano, más crecían la crueldad y la corrupción. Y cuando por fin Italia construyó teatros para el pueblo surgió la ópera:

Alrededor de 1550, otro tipo de teatro comenzaba a encontrar auditorios populares. Era un teatro de tablas y caballetes y su auditorio se reunía en las plazas públicas. Sus actores pasaban el sombrero ante las personas que formaban el auditorio y, después, deleitaban al populacho con una obra improvisada. No contaban con comedias escritas. Pero su cerebro y su cuerpo eran tan ágiles que su arte llegó a ser tan perfecto, que conquistaron París, invadieron España e incluso dieron representaciones en Inglaterra.[2]

Colombina

Ese teatro fue la Comedia dell´arte. Solo se le dio ese nombre cuando estaba a punto de desaparecer en el siglo XVIII. La palabra dell´arte constituyó el espaldarazo de la crítica. Significaba que no había nada de aficionados, ni en los actores ni en la obra que se representaba. Eran compañías profesionales en el sentido literal del término. De la misma manera que hoy en día se aplica el termino oficio, a personas que conocen y practican el arte, dicho en otras palabras, a personas que como dice Allardyce Nicoll: tratan su trabajo con el conocimiento de las técnicas y los recursos teóricos y prácticos necesarios e indispensables para su total desarrollo.[3]

Es importante recalcar que los autores españoles más populares de esta primer época: Torres Naharro, Juan de Encina, Juan de la Cueva y Gil Vicente. Pasaron muchos años de su vida en Italia y escribieron ante todo para la corte, como era usual, y no para el populacho. Pero ya sus comedias contaban con esa fresca vitalidad que permitió que más tarde fueran representadas por compañías profesionales, en los corrales de distintas localidades y recibidas con entusiasmo por las audiencias.

Brighella

El primer dramaturgo que escribió directamente para el escenario popular fue Lope de Rueda (1510-1565). La singular vida de Lope de Rueda es la de la mayoría de los actores empresarios que hicieron el teatro del Siglo de Oro. Abandonó su oficio de orfebre y junto con otros amigos se tiró al camino formando una compañía de actores ambulantes. Igual que sus predecesores, él también se inspiró en la Comedia dell´arte, tal como la vio representada por una compañía trashumante italiana que viajaba por España. Es él quien inventó el paso: cuadro festivo y alegre en prosa utilizado como interludio entre los actos. El valor histórico de Lope de Rueda estriba principalmente en haber creado un teatro profesional que atendía a la expectativa de un público amplio. Las piezas del escritor sevillano, conceden un especial cuidado a la creación de un ambiente; a la presentación de un vivo cuadro de costumbres. Las cualidades propias de Rueda, como actor, ayudaron a este fin pues interpretaba con mucha gracia, lo mismo el papel de una esclava negra, que el de un bobo rústico o el de un vizcaíno con sus dificultades de expresión: según deja registrado emotivamente Miguel de Cervantes.

Arlequino

No se tiene memoria precisa del momento en el cual las ubicuas compañías de la Comedia dell´arte llegaron por primera vez a España. Sin embargo, ya en 1538, una compañía italiana contaba con suficiente popularidad como para ser invitada a ofrecer una representación de Corpus Christi en Sevilla, la tierra natal de Lope de Rueda. Entre 1538 y 1574, el segundo de los registros fiables de esta compañía italiana, señala que ya habían conseguido tal renombre que fueron llamados a representar ante la Corte. Alberto Ganassa, quien es quien se supone creó al personaje conocido como Arlequino, representó ante el rey Felipe II. Unas semanas después, Ganassa y su compañía, dieron funciones en uno de los teatros públicos abiertos siete u ocho años atrás.[4] La misma compañía realizó múltiples presentaciones en distintas ciudades españolas, presentado como repertorio tanto sus propias comedias, como las de los interludios de los autos sacramentales. Hablaban solo en italiano pero exageraban la pantomima, y tanto ellos como quienes les siguieron, se hicieron tan populares que en 1581 un fraile censor lanzó una invectiva en contra de estos extranjeros que sacan de España muchos miles de ducados cada año.[5]


[1] Nicolás Maquiavelo. El Príncipe. Centro Editorial de América Latina. Buenos Aires. 1980. Téngase muy en cuenta que ha los hombres se les debe ganar, o anular, porque de las pequeñas ofensas se vengan, pero de las grandes no pueden; por ello el agravio que se les haga debe ser de los que no permitan tener respuesta.

[2] André Moreau. Entre Bastidores, Manual del actor. Editorial Trillas. México. 1974.

[3] Marcel Bataillon. Varia Lección de Clásicos Españoles. Editorial Gredos. Madrid. 1964. La premisa fundamental es que el autor dramático solo puede vivir en un teatro público donde una obra es un producto de la cooperación entre el autor, los actores y el vital aliento del auditorio. Y los autores empresarios de la comedia barroca así lo demostraron ampliamente.

[4] Teatro y Prácticas Escénicas II. cit. pág. 112.

[5] Op. cit. pág. 123.

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